Nadie tiene el derecho de decir: “Rebélese usted por mí, va en ello la liberación final de todo hombre”. Pero no estoy de acuerdo con quien dijese: “Inútil sublevarse, siempre será lo mismo”. No se hace la ley para quien arriesga su vida ante un poder. ¿Se tiene razón o no para rebelarse? Dejemos la cuestión abierta.
Se insurge es un hecho: es por eso que la subjetividad (no de la de los grandes hombres, sino de cualquiera) se introduce en la historia y le da su aliento. Un delincuente arriesga su vida contra castigos abusivos, un loco no soporta más estar preso y decaído, un pueblo rechaza el régimen que lo oprime. Esto no hace al primer inocente, no cura al otro, y no garantiza al tercero los días prometidos. Nadie, por otra parte, está obligado a ser solidario con ellos. Nadie está obligado, a creer que esas voces confusas cantan mejor que las otras y hablan de la esencia de lo verdadero. Basta que exista y tengan contra ellas todo lo que se obstina en hacerlas callar, para que tenga sentido escucharlas y buscar lo que ellas quieren decir. ¿Cuestión de moral? Tal vez. ¿Cuestión de realidad? Ciertamente. Todas las desilusiones de la historia de nada valen: es por existir tales voces que el tiempo de los hombres no tiene la forma de evolución, sino precisamente la de la «historia».
Michel Foucault, Le Monde, 11-12 de maio de 1979